No es que no me hubiera cuestionado sobre la realidad social de mi entorno. Lo confieso, nací con el superpoder de analizar y descubrir las estructuras sociales, hasta ese momento las reconocía, pero desconocía sobre la desigualdad.
En la democracia mexicana algo huele muy mal desde el 2006, y es ese tufo de clasismo que emana del discurso de la ahora oposición. Cada vez que escucho a mis contemporáneos apoyar esas ideas, o guardar silencio ante la exposición de las mismas, siento una extraña mezcla de lástima y esperanza. Siento lástima, y duele escuchar la ignorancia de muchos, a pesar de sus niveles educativos. Por otra parte, siento esperanza, ya que agradezco no ser parte de ese grupo de inconscientes que se niegan a aceptar el fracaso de un modelo económico y de una forma de gobernar que se sustenta en el privilegio de unos pocos. En este texto no pretendo criticar ni ofender, solo contar mi historia.
Nací con el Neoliberalismo mexicano, en 1982. Aún recuerdo, de 1988, la toma de protesta de Carlos Salinas de Gortari, la última en donde se usó el Lincoln descapotable y hubo una lluvia de papelitos tricolores en el estilo del Priísmo clásico. Era el año 1999, vivía en Monterrey, Nuevo León; cursaba mi bachillerato en la Prepa Tec “Eugenio Garza Laguera” y sonaba Britney Spears y “Belive” de Cher, estaba inmerso en una simplona realidad donde todo ya estaba escrito, en ese momento el mundo tenía un lugar para mí. No es que no me hubiera cuestionado sobre la realidad social de mi entorno, nací con el superpoder de analizar y descubrir las estructuras sociales, hasta ese momento las reconocía, pero desconocía sobre la desigualdad.
Ya era mi año final de Bachillerato, y al mediodía estaba preparándome para mi presentación en la clase de “México Contemporáneo”, me tocaba hablar sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte que entró en vigor en 1994. Para prepararme, consulté distintas fuentes, incluyendo una incipiente página web del Gobierno de Ernesto Zedillo. Mi presentación fue una lluvia de beneficios y resultados “latentes” que, básicamente, explicaba la “trickle down theory”· Si un extraterrestre me hubiera escuchado en ese momento, creería que pronto México sería el primer mundo. A pesar de tener mucha información disponible, solo me concentré en los aspectos positivos y “beneficiosos” dejando fuera el otro lado de la historia.
Ya conocía de la existencia de la idea básica del Marxismo, de lo que era la explotación, y de lo que significó la lucha ideológica entre los EEUU y la URSS, pero no era consciente que todo eso positivo que ensalcé del TLC conllevaba algo realmente negativo en cuanto a la igualdad de oportunidades y la desigualdad económica en México. A pesar de que mi familia fue golpeada por la crisis financiera de 1994, yo continuaba viviendo una realidad en cierto grado privilegiada, que no conocía de cerca la marginación de la mayoría y la opresión que conllevaba la implantación del Neoliberalismo.
Al finalizar mi presentación, la Profesora (a quién siempre le estaré agradecido) me felicitó por mi expresión oral, pero me cuestionó sobre mi reflexión del TLC. Me preguntó si todo esto que yo decía era verdad, o faltaba algo que explicar de los efectos del TLC. Después explicó que millones de personas en México no tenían las oportunidades que nosotros en ese salón de clases, que muy pocos tenían Laptops como nosotros, que no todos iban a ser “beneficiados” por el TLC. Por un momento me sentí derrotado. Mi mente sin cesar me decía: ¿Cómo que la profesora no me felicitó por hablar positivamente?
Como mi yo adolescente en 1999, estos opositores inconscientes, ya sea por inocentes o ignorantes; deciden olvidar, ignorar, esfumar de nuestro pensamiento todo lo negativo del Neoliberalismo. Omiten el dolor y la destrucción en la vida de millones, la falta de oportunidades, la condena a una movilidad social nula. En este momento de decisiones electorales, de lucha política por el futuro de México, al guardar silencio o explícitamente apoyar a la oposición repitiendo sus mentiras, es pretender continuar en un régimen político-económico caracterizado por la desigualdad. Es momento de hacer conciencia y preguntarse ¿me hace falta reflexionar y formarme de una cultura política para decidir? ¿En serio los empresarios son los grandes salvadores y creadores de empleo? ¿Dónde quedó la Revolución Mexicana? ¿Qué es la solidaridad? No es algo como una compra, en la que se buscan descuentos. No es una búsqueda de empleo en donde se buscan beneficios económicos. Es una decisión sobre el futuro de nuestra Patria, sobre el país en el que sus hijos vivirán.
Y es que no hay nada más utópico que pensar que la mano invisible del mercado regulará todo, que se requiere de una buena administación de una tecnocracia especializada, que todo es perfecto cuando las existe la libre empresa. Esas ideas tan generales, tan dispersas, solo fueron la excusa para que un grupo político en contubernio, el PRIAN, permitiera que los particulares ordeñaran la Hacienda Pública para el beneficio privado, que con fraudes y sobornos políticos siguieran gobernando un México despolitizado y condenado a la desigualdad. Ante esta realidad ¿no pueden penar en algo mas que “El Peligro para México”?
Ese día de 1999 me sorprendió la observación de la Profesora, y por eso decidí dejar de aprender selectivamente, conocer el otro lado de la moneda. Con el paso de los años he comprendido que fueron muchos años de discursos que desacreditaban a la oposición, en ese entonces el PRD, y los personajes de sus filas. Que para todos era mejor desacreditar el trabajo político en vez de comprender que se tejía una mafia de intereses, generando una sociedad despolitizada. Entendí que la cuestión del “trabajo” y de “ganarse la vida” es una de moralidad en la sociedad, y mucho mas en la realidad Regiomontana en la que estaba inmersa. Es fácil olvidarse de la desigualdad cuando todo se resume a “el pobre es pobre por qué quiere”. Yo pude haber estado ahí, pero decidi conocer un poco más, y esto generó en mi la conciencia y la empatía que ahora me dan esperanza de un México mejor. Decidí dejar de concebir el conocimiento como un medio, sino que ahora es un fin en si mismo. En esa exposición decidí exponer solo los beneficios para ser considerado un buen estudiante en la Prepa TEC, por que eso es lo que los discursos de los mayores y de los medios de comunicación me enseñaron. También por decisión, el día de hoy, no soy opositor por convivir.
Es tan básica la cultura en muchos, y no hablo de niveles de estudio. Es la cultura del individualismo, de Osho, de “Padre Rico Padre Pobre” y “Los Secretos de la Mente Millonaria”, sin olvidar a Deeprak Chopra la que hace posible esfumar toda la desigualdad, todo lo injusto en ella, ya que se torna en una cuestión de moralidad: no decidió trabajar lo suficiente o no puso el esfuerzo necesario. La opresión de esta pobreza cultural y atomización individualista es lo que inhibe el pensamiento colectivo, las ideas de solidaridad, y la conciencia de la necesidad de un cambio hacía la justicia social. Son opositores por convivir.
Es frustrante que al intentar hablar seria y sinceramente sobre la realidad de nuestro país, lo primero que actua en los Opositores Inconsicientes es esta moralidad que se reflejará en su discurso: “si son flojos”, “por qué les dan el dinero a los Ninis si no hacen nada”, “seguro votan por que les pagan”. Estos “argumentos” no dejan espacio a la reflexión, pues son más una cuestión moral que racional. Esos discursos vacíos de contenido, pero altos en vibraciones, son los que silencian y excluyen un pensamiento social, que además de culto, sea solidario e incluyente. Esos pensamientos clasistas y moralistas, derivan en desastres como el Brasil de Bolsonaro. Por eso alzo la voz y hago campaña, desde el 2006, por el único movimiento político que ha logrado combatir el estado de privilegios y desgobierno que conocí desde que nací. Por que ese día de 1999 supe que la voluntad humana hace posible un mundo mejor.